A veces me paro frente al espejo y mi piel se ve más pálida y blanca de lo normal; no me quejo, me gusta. Pero es como si por un breve instante fuera otra persona.
Se ve tan frágil y llena de secretos mundanos, acariciada por el polvo y arrugada por los fríos vientos del invierno.
Cuántas manos la han tocado, debería avergonzarme, pero simplemente no puedo.
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