domingo, 14 de octubre de 2012

Las despedidas como un acto de contricción

Permanencia

A lo largo de nuestra vida las personas van y vienen, unas se quedan más tiempo que otras, pero todos partimos, por voluntad, por inercia, por capricho, o porque el tiempo se nos acaba.
He visto mucha gente partir, y siempre queda algún vacío, aunque la mayoría de las veces evito mostrarles cuánta falta me hacen. Así se sufre menos.

No puedo reprochar a quienes no se han afligido por mis partidas, pero no niego que me duele tremendamente quienes han olvidado los lazos que nos unían, aquellas risas, aquellos descontentos, esos momentos de angustia y de soledad compartida que forjaron un pasado mutuo y que hoy vagamente recordamos a sabiendas que ya nada será igual.

No sé si cuando me haya ido por completo alguien me extrañe, o me llore, o mejor aun, me recuerde con una sonrisa; tal vez nunca lo sabré, y me aterra pensar que ya no pueda cuidar a quienes amo tanto. Siendo honesto tengo miedo de no verles más... y lloro.
Pero todos, un día tendremos que decir adiós, deberemos practicar las despedidas, asumirlas, y dejar de fingir que no nos importa. También es sano dejarnos vencer.

Aquí permanezco, soy otro y el de siempre al mismo tiempo; soy quien alegraba tus noches y te fastidiaba tus mañanas; aún no me he ido, pero pronto tendré que partir.

0 comments:

Publicar un comentario